Comida mexicana, pica pero no quema

Por todo es sabido que el paladar de los madrileños no es muy amigo de las emociones fuertes. Así se demuestra cada vez que alguien pide una ración de patatas bravas, cuya bravura es una falsa declaración de intenciones. Con la comida mexicana, pasa algo parecido, lo cual no quita para que uno pueda disfrutar y mucho de las distintas especialidades que se ofertan.

Como en La venganza de Malinche, en calle de los Jardines 5 (zona metro de Ópera), donde ofrecen un muy interesante menú del día por poco más de diez euros. Quedarás saciado pero a la vez muy satisfecho con las distintas delicias que ofrecen, como la chimichanga, las enchiladas en salsa verde, la sopa azteca o los irresistibles burritos de cerdo o de ternera. De postre un dulce de guayaba, por ejemplo, para culminar una comida que compensa con creces en calidad precio. Si tienes suerte y no suena de fondo el reguetón —siempre hay un pero— quedarás más que contento.

Como disfrutarás también en La Lupita, en la elegante calle de Conde de Xiquena (metro Alonso Martínez), donde sirven unas irresistibles micheladas, mezcla de cerveza local con zumo de limón, sal y algún toque secreto. Ricos tacos, quesadillas y fajitas en un ambiente mexicano que no resulta cargante ni excesivamente folclórico aunque, eso sí, si lo pides los camareros te cantan una ranchera a la guitarra que te hará sentirse en la mismísima plaza del Zócalo de Ciudad de México.

En La Latina, goza de especial fama desde hace unos cuantos años La Taquería del Alamillo, en la plaza del Alamillo, 8, una zona de Madrid, la de los Austrias, que recuerda ciertos rincones pintorescos de Italia. Recomendable su olla precolombina, una especie de fondue que sirve para que te rellenes tortillas de maíz o su guacamole. Pero, según los que saben, uno de los restaurantes que más se acerca a la cocina mexicana en estado puro es La Herradura, en la calle Montserrat 32 (zona metro Noviciado). No es un local de diseño ni con encanto, pero la calidad de su comida compensa esas carencias decoracionales.

¡Viva México!

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