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El Capricho y otros rincones verdes para darse un respiro

Por | 29 May, 2017 | 0 comentarios

Cuando aprieta el calor en Madrid, las numerosas zonas verdes de las que dispone la capital cotizan al alza. Sin embargo, si ya te has cansado de remar en las barcas del Retiro, existen otras opciones interesantes. Una gran proporción de los parques madrileños es obra de la aristocracia y la realeza que, con el tiempo, fue donándolos o vendiéndolos para su uso público. Si el Retiro nació en el siglo XVII a instancias de Felipe IV, a finales del XVIII la duquesa de Osuna no quiso quedarse atrás y ordenó la construcción de un parque inspirado en los diseños que se prodigaban en Inglaterra, Francia e Italia. Además, tendría un fuerte componente romántico, en forma de laberintos y edificios fantasiosos. La ambición y complejidad del parque de El Capricho, en la Alameda de Osuna, queda de manifiesto en el hecho de que el proceso de construcción se prolongó durante medio siglo, hasta el año 1839. Hoy puedes ser aristócrata por un día y pasear por sus veredas, contemplando el estanque y los canales por donde la jet set de la época se desplazaba del palacete al salón de baile. El estado de conservación arquitectónica es exquisito y el cuidado de las plantas y flores del recinto verdaderamente ejemplar. No por nada se le considera el parque más bello de Madrid.

Una historia similar, si bien lejos del esplendor rococó de El Capricho, es la que hay detrás de la Quinta de Los Molinos, ubicada hacia el final de la calle Alcalá, en el distrito de San Blas-Canillejas. El jardín original era propiedad del conde de Torre Arias, que lo regaló a su amigo el arquitecto César Cort Botí. Hoy cuenta con 25 hectáreas en las que destaca su gran arboleda de almendros –su espectacular floración entre febrero y marzo es una cita ineludible–, los estanques al fondo del parque, varias grutas, un palacete de estilo pre-racionalista –actualmente en proceso de restauración– y la Casa del Reloj, residencia veraniega del dueño de la finca. Todo el parque tenía originalmente un ambicioso sistema de riego, del que aún quedan muestras como el Molino de la rosaleda o el depósito de presión donde se acumulaba el agua para su distribución por los terrenos. Ciertamente, la Quinta de Los Molinos bien merece un paseo.

Un momento de respiro

 

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